jueves, 24 de octubre de 2013

Primera ojeada al libro: Undead de John Torres

Autor: John Torres
Colección: Poemarios
ISNB: 978-1-61887-330-9


Editorial: Gato Malo Editores


Undead
*Fragmento de poema*



Y aquel o aquello que es fotografiado es el blanco, el referente, una especie de pequeño simulacro, de eidôlon emitido por el objeto, que yo llamaría de buen grado el Spectrum de la Fotografía porque esta palabra mantiene a través de su raíz una relación con <<espectáculo>> y le añade ese algo terrible que hay en toda Fotografía: el retorno de lo muerto.
-Roland Barthes

Los desmoronamientos del cuerpo y de las cosas no podrán nunca sorprendernos. La memoria se las ha anticipado y hasta les roba su inminencia, su cruel presentimiento, como si ella fuera el pontífice de un culto de ruinas.
-Roberto Juarroz




Un trago de luz te deja ver
cosas que te oscurecen,

las copas te ahogan,
como golpes de nieve

te dejan yerto,
cuelgan cerrojos del espíritu.

Tus manos sedadas no pueden
trasladar objetos,
ni activar el mecanismo del candado,
el candor perdido.

El crepúsculo afina
las navajas del sueño,
como escritura extraña se superpone,
consume el palimpsesto
desde su habitual estado
de desesperación trascendental.

Se oblitera el mal de la forma
remando la fusta
en el pináculo de la pupila
o la tormenta.

Intento procesar la imagen embozada,
razonar el farragoso humor
de lo narrado.

Sucede que hastiada
del sosiego de la tierra,
después del cese de las funciones,
sin vaho a veces la gente vuelve
y se despide mejor.

En esta inanida historia yo soy yo
y el reverbero de muertos vivos
que me persigue -entre segmentos
deshilvanados por la fuga-,
una estela hedionda que acecha
a las hordas,
la suma de las partes
sajadas por vicio.

En la vida real no hay música de fondo
y el resabio de la conciencia gira
desarticulado.


Acá los zombis ríen y bailan
cual fuegos fatuos 
y sus manos son retoños
que macerados nos tocan,
elevando el tacto al orden del juego,
sondas virtuales que ecualizan
el acecho.

El resto del relato es sencillo
Las muertes se retratan solas
sólo hay que saber mirar.

La piedra álgida canta
la música más elevada en frecuencias
de 27 a 56 kilohertzios
y tú no eres más que la ultrajante caricatura
de los bellos criminales
.

Abyecto en el ordenador hay un archivo
nominado Mis Voces
y te exaspera
porque sabes que no puede
contener documentos reales
ni la campana de lengua polvorienta
de los pecadores
.

Estoy cansado de pensar las cosas,
arrojar piedras desesperadas
que no trascienden
el arco de la gravedad,
lanzar relojes al fuego
para verlos morir dando la hora
,
erigir una torre
invertida que toca
fondo, donde todos pueden
hablar con nadie.
Confieso avergonzado
que durante una temporada blanquecina
mi único anhelo fue habitar esa atalaya,
tolerar el peso de sus muertos,
más que tolerar ser empático, meterme
en sus huesudos zapatos,
y celebrar su anti-lenguaje,
con una danza frenética,
como hacen los médiums.
Ahora paso tantas semanas sin reflexionar en nada que
cuando quieren retratarme, no logro asumir la pose de pensador
. 

La vida no debería ser este filme
de andantes piltrafas que nos consume,
cebándose de nuestras
horas y minutos y segundos;
de todo lo que acontece,
o la duda de que un ser aparentemente animado,
sea en efecto viviente; y a la inversa: de que un objeto
sin vida esté en alguna forma animado,
o teletubbies demoníacos inmóviles
bajo cielos tormentosos, etcétera
.

Insisto,
reflexionar es destruirse
meter el ser en una licuadora,
ajar frappé para el demonio.
Me importa un pito que dos opuestos iguales
se contra-validen,
al contrario, mi crimen es haber, 
feliz de vencer miedos traidores,
separado intrincados cabellos de besos
.

A veces la pantalla pretende usurpar
el lugar trasnochado
de la conciencia y advierte:
El virus podría trepanar su memoria,
el precio de atisbar la núbil suicida es ruinoso,
es una nube negra que se enciende desde una tea de cenizas.

Me ensordecen los quebrantos,
endeble mesa de la memoria cae
el vaso truncado en silencio
como la esperanza,
cerco precario de la ceniza.
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martes, 15 de octubre de 2013

Primera ojeada al libro: Que así sea de Daniel Pommers

Colección: Poemarios
ISNB: 978- 1 -61887 -329-3


Editorial: Gato Malo Editores

Que así sea
Poemas 2005–2011
*Selección de varios poemas*



AL ENEMIGO
     

Salimos a buscar bajo el terreno seco
de las llagas, ciertas válvulas de escape.
Luego de rompernos unas mil veces, se entiende,
                                                                        cruentamente,
que el escape:    se aleja de mansedumbres,
de manuscritos de la verdad,
se hace cómplice chaperón.  Residuo.  Marejada.
   
Se manifiesta como chubasco y
zapato trampolín...   Y circunda nuestro lugar
hasta convertir los opuestos al opio
     de la distancia   de los garabatos,
de alguna vez.  Entonces el Olvido.
     Y el Olvido puede servir como luna para el
conflicto:
     lejos, desde, apareciendo,   nunca constante.
        
El Olvido es una ampolla.
                 Una muletilla,
con pañuelos frescos en pieles desgarradas
   que se alimentan de
trances alimañas descomposición interferencias  
                                                                        desaguadas que
nos permiten, con el peor de los prejuicios, creernos
                                                                                         dioses:
     pensarnos abismo y pensarnos amputados de.
     Pensarnos cirujanos  para la matemática
     del perfumarnos del porqué sí.

Entonces la mecha se vuelve almohada.
Por eso el Olvido es amigo y favorece solamente a
Cosas como,  Auschwitz,
la droga, también a: hambrunas plagas totalitarismos
                                                                        dictadores masacres
–de tramas de gobiernos de la muerte–   así también a:
la Mentira traga orbes,
a la noluntad no solidaria por desentendimiento,
a la conformidad –probeta de seres zombis–
     Se hace profeta de fascismos,
           xenofobias monotonías escalofríos anáforas
                                                            despotismos homofobias:

Como para el Olvido es mejor el porvenir y el
                                                                                               camino,
se construye imperceptible mediante acueductos de
                                                                                        la esperanza
     del perdón y de la mejora.
         
Cuando desinfla el ahínco del trauma,
nos suministra una golosina del ímpetu hacia
salubridades indoloras, hacia precipicios de la
                                                                                              salvedad.
   
Y con el Olvido hacen alianzas
           los exegetas del equilibrio desquebrajado,
           los abogados de la mayoría,
           los lobos y anguilas del Alto Mando,
     los guardianes y guardaismos de [izquierda,
                                                                        centro y derecha]
cuantificando paso a paso el importe
           de sentido, emociones, de la justicia,
todo para inyectarle el reuma del esquema al mundo.

Y cuando el mundo se injerta en
     retóricas sistemáticas del desalojo, del dinero,
de la hipoteca,
           de la violencia y el miedo:
     el mundo se resguarda en tumbas.
     Se convierte en venganza,
           Pero el Olvido debería recordar los siguientes
                                                                                        vicios:
     el vicio de sacrificarlo todo por la vida,
     el vicio emprendedor de sabiduría,
     el vicio de la denuncia,
           vicio de la lucha
                 vicio del no rendirse.
Vicios nuestros   de algunos,
que siendo Vicios como son:
no permiten –por imposiciones– dejarse hundir.
No se presta para –mediante sábanas ficticias del
                                                     sufrimiento– doblegarse
No deja [nunca] –incluso aunque no se quiera– de
                                                                    comprometernos
                 con el mundo:
  
nos hace (a quienes no sólo desean ver)
                                                                        combatientes.
en pie.  con los pies en suelo certero. soberanos con
                                       cada manifestación propia.
                             Nos hace mundo.
     Y aunque recónditos, endurecidos, aunque
diversos:
nunca mastodontes al servicio de la crueldad.
Nunca engordados.  Nunca al escape.

* * *



DESORBITADOS


No como la historia
del mundo o de los cielos:
nosotros
estamos fríos.
Instalados, Crucificados, Ordeñados.

Perdiendo amigos,
masticándolos, amándolos, violándolos;
abriendo su cráneo, fundiéndolos.

Solitarios ─alcanzando a beber  de una vieja vasija─
ignorando los años que han pasado
llevándose nuestro espíritu
al hueco más profundo,
a la arena movediza de una nueva
idiosincrasia;
tan ligera como nuestros sacrificios.

* * *


POSTAPOCA


Se acabó el mundo decimos. Tal vez sea cierto. Yo
por eso tengo las piernas fuertes, para huir y avanzar
hasta donde me lo permita mi tosca consistencia. Nos
veremos allí, donde sólo queden dos cuerpos y las
terquedades del paraíso en hacernos llover el infierno
encima. Pero qué podría importar una que otra
tristeza cuando al final, aunque seamos los últimos
caminando el mundo, podremos cavar hondo en la
tierra para volver a comenzar.    

* * *


GUARDARTE EN MIS RODILLAS


Llegas siempre que me invito a caminar.

De ti no puedo escaparme;
no puedo arrepentirme.

No ando en busca de ti
ni cargo contigo;
sucede que te me apareces, vívida,
entonces no puedo aguantarme.
Me digo que no estás, que faltas,
pero hay algo de ti que me acompaña; puede ser
que ya basta con lo que me he llevado de ti, aun así,
debo guardarte en mis rodillas, lo digo y lo digo
                                                        cuantas veces lo desee.
Aunque mis borracheras sean jefas de todo lo que
                                                                                          digo,
no te he dicho que estoy enamorado, y si esto es algo
                     importante, quién lo va a saber, pero a ti:
   Sé que debo guardarte en mis libretas, gotear cada
                          migaja de ti. Debo gotearte en mi boca.

* * *


ESCAMA
                      A Sonia Luz


Una porción sin rostro y templada
intenta socavar el momento;
honestamente, el trazo, fue
elaborado por mí.
Más que un revolver, una servilleta,
pero, he conocido en ti el espinazo de las
                                               contusiones,
de la linterna y de la gotera haciendo
laberintos;
oído               cogote           resolución
ahora se han pegado a tus cachetes,
a tus colores, para engullir toda
palabra cuando me lanzo hacia ti.
Y colmado entonces, respirando
la ausencia.  Partirme hasta
pulverizarme (antes de la calma)
sin duda alguna, se convierte en
tu axioma. . . entonces, desconocerte y
amurallarte escapando de mí.
Atornillados los dolores de otras vidas
que fueron tuyas
sólo tuyas
tu pasado
tus otras gentes
el odio que conoces
las vertientes que fuiste.
Luego cortas mi cabeza.

* * *


CON LA HERIDA DE LA SANTA ESPINA


Con la herida de la santa espina camina el despierto,
el gordo, el flaco,
la serpiente,
la lucha y los disparos en la boca.

Porque ni a los chotas
ni a los Malaves’ de la vida
les incumben nuestras vacunas de la indulgencia
tampoco el humilde adiós de un rosario…
Jamás —ni siquiera sea durante un pequeñísimo
  segundo— las ratas pueden yacer tranquilas o
acomodadas en sarcófago de tierra o mármol.
No puede deliberarse como posible una tonta
nostalgia concerniente al enemigo;
pues a su fantasma, ni una vela es encendida ni es guardada
cercana a nuestros recuerdos.
Debemos buscar para esa sombra el último de sus
respiros, luego tumbarle los dientes y arrancarle
los ojos y sin cautela escupirle; tal vez, nos toca
imaginarle indefensa con los pantalones orinados y
los ojos vendados antes de enfrentar su fusilamiento.
Desaparecerla, y como si nuestras agrietadas cabezas
marcharan encima de la mentira y del hedor de los
traidores, aplastarles… Porque una vez, unas mil
veces, fuimos pisoteados.
Porque horrible y sincera tristeza provocan las
hermanas y los hermanos caídos: no las marionetas.
Y nuestras calles y avenidas y escuelas nunca
deberán estar nombradas a la inversa; quizá en
los manicomios, las prisiones, los descendientes
de tan violentada tiranía sean quienes reposen
cómodos, insalvables; sin sospecha, bautizando con
dolor y con miseria a su casta de engendros y de
presuntuosos.